Me disculpan, pero no voy a salir a marchar.

La historia se repite una y otra vez, pero este pueblo no entiende, ni aprende.

Por: Wagner Mosquera.

Pasa que, en esas marchas, va un montón de gente indignada porque la ciudad está insegura, porque los asesinatos no paran, porque las extorsiones no cesan, porque las noches, todas las noches son frías: sin carros, sin motos, sin gente, sin ruido. ¡Quibdó y su desierto nocturno!

Pero en el día vuelve y juega el oportunismo, la trampa, pasarse los semáforos, saltarse las reglas, botar la basura en cualquier lugar, hacerse los de la vista gorda con el sufrimiento del otro, de los otros.

Dejemos la bulla y hagámonos pasito, tan solo hace unos días, en las urnas, le dimos un sonoro respaldo a lo mismo y muchos de los que ganaron nos escupieron y nos escupen su triunfo en la cara cada día. Muchos de esos mismos que hoy van en las marchas y votaron mal, salen arengozos, indignados, pero, sobre todo, temerosos de que la próxima bala certera les toque a ellos, o a uno de los suyos.

El hospital San Francisco está quebrado, el hospital Ismael Roldan está quebrado y los heridos de las balas que estos días llegan a estos centros hospitalarios, le tienen más miedo el llegar a sus instalaciones que devolverse a su barrio y seguir viviendo en la incertidumbre.

Hagámonos pasito y dejemos la lora, hasta aquí, todos somos culpables. ¡Coherencia, es lo único que hoy necesitamos!

NOTA: lo dije antes y lo digo ahora, no voy a salir a marchar por nada hasta que este pueblo se vuelva serio y coherente. ¡Bienvenidos los sablazos y las pullas, no copio!