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Lección aprendida.
“Nunca es tarde para estudiar”, dicen por ahí, y yo complemento: “nunca es tarde para aprender”, y es que, a mis 51 años, creí que en mi paso por el mundo no pisaría juzgado alguno pidiendo justicia para mí, ni tampoco me haría merecedor a ser retirado a la fuerza de un espacio público…hoy no […]
“Nunca es tarde para estudiar”, dicen por ahí, y yo complemento: “nunca es tarde para aprender”, y es que, a mis 51 años, creí que en mi paso por el mundo no pisaría juzgado alguno pidiendo justicia para mí, ni tampoco me haría merecedor a ser retirado a la fuerza de un espacio público…hoy no sé si por la fuerza pública o por fuerzas privadas alternas.
Pero me tomé una semana entera para reflexionar, pensar, y así aprender. Aprendí que:
- Las leyes no necesariamente tienen que ser justas…basta con que la autoridad las expida, y tenga quién las ejecute, o sancione su desacato para ser leyes.
- Los decretos sí pueden contrariar disposiciones de mayor jerarquía…basta con que los afectados no los demanden, o los Concejos y Personerías municipales no hagan control político y legal.
- Mateo 5:25 sugiere al hombre reconciliarse con su hermano antes que ir al juez, pues este último lo pondrá tras las rejas… sí, aprendí que eso también funciona: hice las paces con mi agresor, perdón, con el guarda de seguridad privada.
- Aprendí que detrás de un uniformado con armas y poder, hay un ser humano, y que si se trata por las malas sacará toda su artillería para acabar con el ciudadano, pero que, si se le trata de manera más generosa, sabrá corresponder.
Surtí todo el proceso: analicé un decreto a mi amaño, lo encontré absurdo, traté de violentarlo, me estrellé con hombres de seguridad. Sucedió el 2 de julio de 2018 en la clausura de las fiestas populares de Versalles (Valle del Cauca).
El cuento es que en ese municipio se cobra una manilla de 10 mil pesos a todo el que quiera o requiera entrar al parque principal, no importa si va a disfrutar de los espectáculos artísticos programados dentro del marco ferial, o si lo que quiera sea entrar al templo parroquial, o si es que necesita comprar algo en un establecimiento comercial, o si quiere visitar a un familiar que resida en ese sitio, o si se quiera pegar del internet gratis que el gobierno nacional proporciona en los parques municipales.
Los columnistas lo que hacemos es dejar constancia escrita, y eso hago: absurdo el acto administrativo que apunta a esa restricción en ese hermoso municipio del norte del Valle del Cauca.
Tal vez les pase a los habitantes permanentes de Versalles lo mismo que a los pobres, que cuando les llega visita se incomodan para bridar comodidad, se abstienen de comer bueno, para que la honrosa visita sí pueda hacerlo, o se bajan de sus camas para que el dulce sueño consienta a los temporales inquilinos.
Y a todas estas, ¿quién será el más beneficiado con el decreto?