En el marco de la conmemoración se destacó la importancia de la institucionalidad creada para las víctimas en el Acuerdo de Paz, la transformación territorial que logró, la resiliencia comunitaria y el aporte de los firmantes a la construcción de la paz.
“Son miles los firmantes que sí se comprometieron, que nueve años después siguen diciendo: ‘soy firmante de paz, sigo apostando a la paz, creo en la paz’”. Con estas palabras, la gobernadora del Chocó, Nubia Carolina Córdoba, abrió la conmemoración del Noveno Aniversario de la Firma del Acuerdo de Paz en Quibdó, marcando el tono emotivo y reflexivo de una jornada dedicada a reconocer los avances y desafíos que ha dejado este proceso en el departamento.

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Bajo el lema ‘Sembramos y Transformamos’, el encuentro, liderado por la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), reunió el pasado 27 de noviembre en Quibdó a organizaciones de base, comunidades afro e indígenas, delegados de víctimas, firmantes de paz, autoridades étnicas y entidades implementadoras del Acuerdo, acompañantes como la Misión de Verificación de la ONU en Colombia y la Diócesis de Quibdó. La apertura, guiada por sabedoras del Chocó, evocó la espiritualidad, la memoria y la resistencia que han sostenido el anhelo de paz en los territorios.

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Durante su intervención, la gobernadora Córdoba recordó cómo, antes de la firma del Acuerdo, muchos habitantes temían transitar por zonas emblemáticas del Alto Atrato y del San Juan. Aunque reconoció que el departamento aún enfrenta dinámicas de violencia y no puede hablarse de posconflicto, subrayó que la implementación ha traído cambios palpables en movilidad, convivencia y esperanza. Destacó, además, que el Acuerdo dejó una institucionalidad vital para las víctimas, la restitución de tierras, la verdad y la justicia: “Las comunidades lo siguen pidiendo, lo siguen necesitando; esa institucionalidad es una conquista de la paz”, afirmó.
El acto central fue un círculo de la palabra en el que las voces del territorio reflexionaron sobre los aprendizajes de estos nueve años. Entre ellas, Pordoquier Mena Ortíz, firmante de paz del Medio Atrato, compartió cómo su proceso de reincorporación le abrió la puerta a la educación superior, puesto que decidió iniciar estudios en Ciencias Políticas para fortalecer su liderazgo comunitario. “Estudiar también es una forma de sacar la reincorporación adelante”, señaló, agradeciendo el acompañamiento de la ARN y el compromiso del personero y del alcalde del municipio para reactivar la Mesa de Reincorporación.
Una lideresa de un consejo comunitario evocó el impacto inicial del Acuerdo de Paz: “Personas que llevaban años sin regresar pudieron reencontrarse con sus familias”. Aunque la implementación ha avanzado lentamente en algunas zonas rurales, enfatizó que estos nueve años han dejado aprendizajes importantes y han mantenido vivo el debate sobre la paz en el Chocó.

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Firmantes de paz y entidades implementadoras del Acuerdo de Paz destacaron el acompañamiento de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en el territorio, donde uno de los mayores aportes ha sido su presencia cercana en los territorios, acompañando a comunidades, autoridades étnicas y firmantes de paz en medio de contextos complejos marcados por la violencia. Dicha labor ha contribuido a visibilizar las realidades del departamento, respaldar procesos de reincorporación y promover espacios de diálogo y confianza, reafirmando que la implementación del Acuerdo de Paz solo es posible si se construye desde los territorios y con las comunidades en el centro.

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La dimensión espiritual del encuentro estuvo a cargo de monseñor Wiston Mosquera, obispo de Quibdó, quien resaltó el valor internacional del Acuerdo de Paz y su capacidad para inspirar procesos en otros países. “Este Acuerdo se convirtió en un modelo para el mundo; demuestra que la guerra jamás será el camino”, expresó, reafirmando el compromiso de la Iglesia con la reconciliación y el acompañamiento comunitario. La conmemoración cerró con un mensaje clave: aunque el camino ha sido complejo, el Chocó continúa apostándole a la paz desde el arraigo étnico, la organización comunitaria y el compromiso de quienes transforman su vida y su territorio. Nueve años después, la paz sigue siendo una semilla que se cultiva cada día desde las comunidades que creen en ella y la defienden.

